domingo, 26 de marzo de 2017

MÉXICO, DIME QUE ESTÁS LLORANDO Y SABRÉ QUE AÚN HAY ESPERANZA


Por Blanca Padilla

El Estado mexicano, obedeciendo los mandatos del sistema económico neoliberal, está utilizando en nuestra contra una política de terror y exterminio pero,  como sociedad, aún no reaccionamos, no actuamos para impedirlo.



Cada día llegan terribles noticias de la violencia en el país, principalmente desde Guerrero y Veracruz. Fueron más de 120 mil personas asesinadas durante la guerra de Calderón contra el narco y ya cerca de 80 mil en lo que va del gobierno de Peña.  



Más de 26 mil personas desaparecieron en el sexenio pasado y cerca de 20 mil en lo que va del actual. Y no existen los menores indicios de paz. Todo lo contrario, después de la escandalosa desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa, en Veracruz se acaba de encontrar prácticamente un cementerio clandestino con más de 250 cadáveres sin identificar.



Y este hallazgo no lo hizo el gobierno, sino la sociedad civil organizada que en Guerrero y en Veracruz ha decidido salir a los parajes solitarios a buscar a sus amigos y familiares desaparecidos, ante la inoperancia del gobierno.



La zozobra entre la población crece. Las matanzas entre grupos narcotraficantes no se detienen. Pero no hacemos nada. La estrategia gubernamental está cumpliendo su objetivo: ha logrado que la sociedad comience a paralizarse por el terror.



Esta violencia sistemática e intencional se ha constituido en un mecanismo de control social al infundir miedo y terror entre la sociedad, como ha señalado el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos ¡Hasta Encontrarlos!



Por eso, como sociedad, estamos llamados a desarticular ese mecanismo y para ello no sólo hace falta que nos enteremos de lo que nos está pasando, es necesario que asumamos nuestra responsabilidad en la generación de la violencia y que participemos para generar la paz.



De lo contrario, la violencia seguirá moviéndose hacia esquemas de naturalización que nos dejarán sin posibilidades de poder marcarle un alto, como dice el doctor en Sociología y catedrático de la UNAM, Alfredo Guerrero Tapia.



Un primer paso para lograrlo es desterrar la apatía y atrevernos a sentir el dolor por los asesinados, por los desparecidos, por los encarcelados injustamente, por las viudas, por los huérfanos… por todas las víctimas de esta violencia genocida, aunque no sean nuestros familiares.



“Es necesario que la sociedad sienta el duelo por la violencia que se está viviendo, porque sólo al procesar esta dimensión socioafectiva se puede dar lugar a la solidaridad y a la toma de conciencia”, señala el doctor Guerrero Tapia. Tenemos que sentir que estamos en guerra y que algo debemos hacer para frenarla.



En otras palabras: México, “¡dime que estás llorando!”, como dice el cantante León Gieco. Dime que aún sientes, dime que estás llorando y sabré que hay algo de ti que vive todavía.




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